Dos comunidades aledañas por una vez de acuerdo con el agua. El proyecto de extraer uranio en la sierra de Selas, en la comarca de Molina de Aragón (Castilla-La Mancha), donde nacen los ríos Mesa y Gallo, ha movilizado a sus vecinos y a los de Calatayud (Aragón).
Reportaje por: Juan Luis Álvarez
Fotografías por: Javier CANDIAL
25/05/09
El Mesa surge de la nada en las afueras de Selas (Guadalajara). Un chorro fresco y limpio junto al que crecen los berros, que vira al norte y conforma un angosto valle hasta el Jalón. Por el camino, baña los balnearios de Jaraba y da de beber a Calatayud (Zaragoza) desde el pantano de La Tranquera, junto al Monasterio de Piedra. El proyecto de abrir una mina de uranio en su cabecera ha puesto en contra a políticos, ecologistas, empresarios y vecinos de las dos comunidades que podrían verse afectadas, Castilla-La Mancha y Aragón: “Como la gente relacione uranio y agua, estamos listos. Aquí hay 300 vecinos y otros tantos empleos relacionados con el agua, incluidos los pueblos de alrededor”, dice Manuel Pérez Sicilia, alcalde de Jaraba, un pueblo con tres balnearios y varias embotelladoras de agua mineral que viven del Mesa y sus acuíferos.
El proyecto minero, impulsado por la compañía australiana Berkeley Resources, con la que Enusa (Empresa Nacional del Uranio) ha firmado un acuerdo de colaboración –según la ley, cualquier yacimiento español es un bien de dominio público, es decir, del Estado– para que investigue y explote, llegado el caso, el mineral de la zona, no gusta a casi nadie. Independientemente de su adscripción política. En Selas –uno de los municipios directamente afectados–, por ejemplo, Juan Langa, óptico jubilado y representante del PP, en la oposición, coincide con el alcalde (Javier Muñoz, del PSOE) en el rechazo. “Esto es un paraíso y tenemos la mejor agua de la zona –dice junto al nacimiento del Mesa–. Si empiezan a llevársela para lavar el mineral, ya me dirás qué quedará de la sierra”. Su alcalde coincide con él, aunque afirma que el proyecto “no saldrá adelante”. En el pueblo de al lado, Anquela del Ducado, Primitivo Moreno y Maximino Galán, vecinos y concejales, abundan en el rechazo a la mina: “Dicen que así hay desarrollo; pero aquí nadie la quiere. Hasta los jóvenes están en contra”.
La Junta castellano- manchega, que recibió las competencias este mismo año, ya rechazó otro proyecto de Berkeley en Mazarete –en la zona del incendio de hace cuatro años– por las afecciones al medio ambiente, pero ha permitido tramitar el de la sierra de Selas, Aragoncillo I y Aragoncillo II: “Pero precisamente por estar en trámite y ser un asunto sensible no queremos pronunciarnos hasta más adelante”, dice a interviú un portavoz de la Consejería de Industria.
No es la primera vez que el Señorío de Molina atrae la atención de los mineros del uranio. En 1967, la extinta Junta de Energía Nuclear descubrió unas reservas de 1.000 toneladas de óxido de uranio –el llamado yellowcake o pastel amarillo– en Mazarete, y en los años ochenta Enusa hizo cientos de muestreos en la zona, con calicatas de hasta 300 metros de profundidad: “Estuvieron años –dice Alfredo López, vecino de Canales, mientras muestra una de las perforaciones hechas en el monte–. Había más de cien familias de fuera en Molina, que se benefició mucho económicamente; pero el agua… con las bombas de presión salía amarilla. Y esta sierra es muy sensible, porque se juntan las cuencas del Ebro y del Tajo”.
En efecto, son aguas que nacen a más de 1.000 metros y que van a parar al norte, como el Mesa y el Piedra, o al sur, caso del Gallo. Por eso, Ecologistas en Acción ha puesto el grito en el cielo. Según su portavoz Alberto Lázaro, “se trata de una cuadrícula minera de unas 14.000 hectáreas, de ellas 5.000 protegidas como ZEPA [Zona de Especial Protección para las Aves] o LIC [Lugares de Importancia Comunitaria] de la Red Natura 2000 de la UE, incluidas las Parameras de Maranchón, la Hoz del Mesa y Aragoncillo y el Parque Natural del Alto Tajo”.
Ecologistas, vecinos y asociaciones de la comarca de Molina han creado una Plataforma contra la mina, y todos los grupos políticos del Ayuntamiento de Calatayud (PSOE, PP, CHA y PAR) han votado ya su rechazo: “No es de recibo que el dinero, si lo hay, se lo lleve Castilla-La Mancha y los perjuicios sean sólo para nosotros”, dice el alcalde de Nuévalos, Manuel Peiró, que precisamente trabaja en el Monasterio de Piedra, enclavado en su municipio.
Pero en Castilla-La Mancha tampoco están a favor. De hecho, y aunque la Junta (PSOE) ha autorizado a Berkeley Resources la tramitación del proyecto (ver recuadro), la ejecutiva provincial del partido en Guadalajara ya se ha manifestado en contra “sin paliativos”, según un comunicado hecho público el pasado día 6: “Es un proyecto inadmisible”, dijo su secretario de Medio Ambiente, Jaime Muñoz, sumándose a vecinos y empresarios: Agustín Monforte, gerente de Fontecabras, una embotelladora de Jaraba, no dudaba en afirmar que “aparte del daño a los balnearios, imagínate que salga uranio en el agua, cuando es una de las mejores del mundo y está sometida a análisis periódicos sin problemas”. Al lado de su planta está el Balneario de la Virgen, donde trabajan desde hace tres décadas Salvador Lara y su esposa, María Monge. Cuidan a los clientes y cuidan, también, del pequeño huerto que tienen a la salida de la población: “Plantamos tomates, pimientos, judías, acelgas, cardos, cebollinos…, salen extraordinarios, regados con el agua del Mesa, claro”, dice Salvador, para quien hablar de uranio “pone los pelos de punta, porque aquí vivimos del agua”.
Mesa arriba, el sentimiento es el mismo. Francisco Escolano, concejal de Medio Ambiente (por el PSOE, aunque independiente) de Villel de Mesa, a escasos quince kilómetros de Jaraba hacia el sur, se manifiesta absolutamente contrario al proyecto: “Estamos hablando de acuíferos, de valores paisajísticos, de modelo de desarrollo. Si además de la cantera [se refiere a otro proyecto de piedra ornamental que afectaría al valle, ver interviú número 1.689, de septiembre pasado) nos meten ahora esto, el impacto sería terrible”. Subiendo el curso del río, en Establés, en la estribaciones septentrionales de la Sierra de Selas, el alcalde, Mateo Abad, también se muestra absolutamente contrario. “Somos pocos y no puedo hablar por todos –dice–, pero creo que una mina aquí no le gusta a nadie. Yo, desde luego, un no rotundo… aunque aún no hemos recibido ninguna comunicación oficial sobre el asunto”.
Tardará, porque el proyecto está ahora en una fase de alegaciones y remodelaciones y, en caso de ser aprobadas, abrirían un periodo de investigación de tres años. “Sí, pero esta fase es la crítica –dice la Plataforma–, porque las catas son el paso previo a la explotación. Eso sería el fin de las segundas residencias y del turismo en la zona. ¿Quién vendría a un sitio así?”.